Pero bien, al llegar al pequeño establecimiento, -Mexsi Bocu- quedé maravillado con la primera estampa o lo que es, la bienvenida que se me presentó, rodeada de macetones, enredaderas y paredes que armonizan bien con la propuesta. Camine al pequeño vestíbulo; maravillado aún por la entrada, que ya nos deja adivinar el resto del conjunto: un mueble vintage, el candelabro en cristal, la repisa panera, y la amable atención de las hostess. Entré. -Aclaro, es necesario hacer reservación, y más si tus gustitos son de jueves a sábado-.
Ilusionado, confundido y en espera, mucho por la grata compañía y otro tanto por descubrir el nuevo lugar para comer, cenar o satisfacer el antojo que el cuerpo grite llegué al 359 de la calle de Durango, y espero que después de mi exquisita visita -y no dudo que así será- el lugar trascienda; y no es por nada, pero mantener un restaurante es cosa de locos pues pasada la euforia provocada por el ambiente high, la buena cocina, la carta no muy extensa y un local por sí bello, logra complacer el paladar de tan exigentes comensales.